jueves, 29 de marzo de 2012

La cama de Pandora

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'Mi kit de supervivencia'

29MAR 2012 08:57
Yo siempre he sido lo que mi madre llama una "chica precavida". Lo que a la larga se convierte en sinónimo de "mujer con bolso extra grande y dolor de espalda" o, en mi caso, "conductora con coche lleno de cachivaches". Ya estoy acostumbrada, pero puedo entender que a un observador nuevo le parezca digno casi de comentario, fotografía y tuiteo (tuve que incautarle el smartphone inmediatamente) el aspecto del habitáculo posterior de mi Mini.
Cierto es que el hombre debía de tener prácticamente toda su sangre acumulada en ESO gigante que intentaba colocarme entre las piernas mientras yo abría el maletero, pero la visión del minúsculo espacio perfectamente ordenado y pertrechado como si fuera un armario le dejó ojiplático.
-"Pero, Pandora... ¿Es que vives en el coche?", me preguntó.
-"¡Qué dices! Esto es mi kit de supervivencia", contesté resuelta mientras metía en una bolsa de papel unas bragas limpias, un sujetador a juego, calcetines, una camiseta perfectamente planchada, unos botines, un vaquero, un jersey, la plancha para el pelo y un neceser con (como su nombre indica) todo lo necesario para pasar la noche en casa ajena: desmaquillante de ojos, de rostro, tónico, crema hidratante, algodón, cepillo de dientes, maquillaje, eye liner, sombras, colorete, rímel, perfume, tapones para los oídos (por si ronca) y, por supuesto, lubricante, un par de vibradores y condones).
Sí, qué pasa... como nunca sé dónde voy a acabar pasando la noche, cada vez que tengo una cita, dejo doble ración de comida y agua para Prometeo (mi gato) y echo en el coche todo lo que puedo necesitar.
Hace tiempo que se me pasó la edad de dormir sin desmaquillarme y de ponerme las mismas bragas del día anterior, aún húmedas de flujo, que siempre aparecen envueltas en pelusas bajo su cama de soltero (eso si mis bragas sobreviven a la refriega, que no sería la primera vez que alguno, haciendo la broma de "te las quito con los dientes", se le engancha el encaje en los colmillos y tenemos una desgracia).
Durante una temporada practiqué la huída a medianoche, pero conducir bajo los efectos del alcohol y/o el sueño, no es ya que sea un delito; es que es una soberana estupidez. Además, levantarte fríamente después de un polvo, vestirte mientras te mira (¿os habéis dado cuenta de que todos nos desnudamos mutuamente en el frenesí del momento, pero después nadie ayuda al otro a vestirse?), coger un taxi e irte a tu casa, sólo me ha parecido una opción cuando el tipo es un perfecto desconocido y no tienes necesidad ni ganas de verle (ni de que te vea) a la mañana siguiente con todo el pelo revuelto y la boca pastosa.
Pero con un follamigo... no hombre, eso no. Vale que no tengas un hueco en su cajón ni un cepillo de dientes en su casa, pero cuando hay confianza, qué menos que ponerse cómoda esa noche y, después del enésimo asalto, quedarse a dormir (estos terremotos de lujuria siempre tienen réplica a la mañana siguiente... no os olvidéis).
Un kit de supervivencia es algo que acabas necesitando cuando te has intentado quitar decenas de veces el rímel waterproff con agua del grifo y papel higiénico y al final sólo te atreves a salir del baño cuando la luz está ya apagada...
Ilustración: Luci Gutiérrez
Yo estoy muy orgullosa de mis kit de supervivencia; deberían estar en los museos del sexo, y es algo que he conseguido que imiten todas mis amigas. Eso sí, el kit de supervivencia tiene que ser como el material del quirófano: todo lo que sale tiene que volver a entrar. Braga por braga, sujetador por sujetador y todo el resto de utensilios (salvo los preservativos usados, por supuesto). Si sacaste dos vibradores, un cepillo de dientes y todo tu arsenal de maquillaje, asegúrate de que lo has vuelto a recoger, porque si se los encuentra el tipo al día siguiente (o cuando quiera que haga la cama) pensará que estás intentando mudarte a su casa.
Yo uso bolsas de papel de Zara o Mango para el kit, pero también he usado bolsas de Carrefour, de deporte, mochilas e incluso pequeñas maletas con ruedas. Pero, lo más importante que tienes que recordar es que, por muy grande que sea y mucho sitio que te sobre, tu bolso NO es el sitio donde debes hacer el kit.
No sólo porque te puedes olvidar dentro una braga usada, como ya me pasó hace años y descubrí días después cuando salió disparada al ir a pagar en el supermercado... Si no porque, como me ocurrió hace meses, te puedes olvidar algo peor: tu bote de lubricante.
Mira que lo envasan ya en sobrecitos individuales (como Desliz, de Amantis), pero yo me eché al bolso un bote pequeño de Liquid Silk, un maravilloso lubricante al agua, de color blanco y tacto sedoso con tapón de click y me olvidé de él por completo.
Ni lo usé aquella noche ni ninguna de las siguientes (lo de llevar lubricantes es por si acaso, porque mi lubricación natural es de superdotada) y en el bolso se quedó dando vueltas y más vueltas... y en una de esas debió de abrirse el tapón. Hasta que un día quiso mi (¿nefasta?) suerte que viniese al periódico un alto cargo político a ser entrevistado y, muy fiel seguidor de mis aventuras, insistiese mucho en conocerme.
Ante su empeño, Fernando, mi jefe, le condujo hasta donde suelo sentarme cuando paso por la redacción para comprobar personalmente si yo estaba, y me encontraron tanteando en el bolso en busca de una grabadora para transcribir una entrevista.
-"Pandora, mira, te he traído a un admirador", dijo. Al comprobar quién era, perdí la noción de lo que hacía y, con la mejor de mis sonrisas saqué la mano derecha del bolso y se la tendí, sin darme cuenta de que iba impregnada en una sustancia blanca y gelatinosa con la que le pringué toda su mano mientras mi jefe hacía aspavientos asesinos con los ojos fuera de las órbitas.
El tipo se miró la extremidad lubricada intentando controlar, supongo, el ademán de olfatear lo que era, mientras yo palidecía y balbuceaba algo así como:
-"Es... esto... es lo más parecido al flujo vaginal que venden en lubricante sintético. Es hipoalergénico... Y es buenísimo...". Pensé que el escolta, que había dado un paso adelante y contemplaba la escena mesándose la sobaquera, me iba a pegar un tiro, o que mi jefe saltaría por encima de él y me arrastraría por los pelos fuera de la redacción, pero el político levantó la cara, esbozó una sonrisa y, con toda su flema diplomática dijo:
-"La verdad es que no esperaba menos de usted".
(No os lo perdáis, esta temporada podéis encontrarme en Facebook y en Twitter)

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